Esta semana he conocido dos casos de malas prácticas en contra de personas jurídicamente desprotegidas que me lleva a plantearles un asunto simple y de común ocurrencia: un particular común y corriente inscribe un nombre dominio de Internet para alguna actividad de su interés, como hipotéticamente sería lindocristal.cl, y de pronto se entera que a una gran empresa (la CCU, por ejemplo, que tiene una cerveza llamada Cristal) le ha bajado un súbito amor por ese mismo dominio y para obtenerlo actúa representada por algún imponente estudio de abogados.
Y ahí tenemos a nuestro “protagonista” que solo ha pedido un nombre de dominio y que de repente ve como parece que se le viene un juicio encima, con abogados de ceño adusto, lenguaje incomprensible y parafernalia jurídica variopinta. Más encima algunos de estos últimos tienen prácticas reñidas con la ética: no es poco usual que viertan amenazas de cárcel invocando delitos contra la propiedad industrial y el derecho marcario y que en realidad son patrañas para atemorizar, con todo éxito, a las personas ¡e incluso a sindicatos y asociaciones!.