Hace pocos meses asistí en España a un Congreso internacional en que llamó mi atención la presentación de un entusiasta abogado que, impecablemente vestido y haciendo brillar el dinero, perseguía convencer y motivar a los asistentes, en su mayoría estudiantes de pregrado, de que su futuro profesional sólo estaría asegurado y tendría proyección si aprendían sobre Derecho de las Tecnologías y que en esa área debían especializarse a como dé lugar.
Acompañaba su presentación con estimaciones de las superlativas remuneraciones futuras de los que se dedicarán a este campo de la abogacía y las terribles pérdidas en reputación, imagen y ganancias de las empresas que en la era de Internet no cuentan con una asesoría legal adecuada.
A medida que seguía hablando sobre su receta para el éxito mi ira, como la de Marvin el Marciano, comenzaba a derramarse, pues obviaba el hecho de que seguir sus recomendaciones sólo conduciría a la gente a pagar por uno de los tantos Magíster en Derecho y Tecnologías que ofrece el mercado. Y eso te da una panorámica general, pero no hace diferencia alguna ni te convierte experto en nada.
Así que si estás leyendo esta columna y te parece atractivo convertirte en un ciberabogado, abogado digital, abogado 2.0 o cualquier otra expresión que denote que te has especializado en Derecho Informático o Derecho de las Tecnologías de la Información y la Comunicación, me permitiré contarte un par de cosas que podrían ayudarte.
Lo primero que debo hacer es desengañarte pues, si crees que para dedicarte a esta área hay que saber mucho de tecnologías, estás en un error: lo que hay que saber, y mucho, es de Derecho en sus múltiples vertientes (por supuesto, la comprensión y el gusto por las tecnologías son un plus nada desdeñable).
Ello implica necesariamente que tendrás que estudiar bastante, probablemente más que la generalidad de los especialistas en temas jurídicos clásicos. Y claro, los estudios suelen ser una inversión a largo plazo en tiempo y recursos de todo tipo.
¿Por qué hay que estudiar tanto?. Porque los contenidos de Derecho Informático son transversales o, derechamente, pertenecen a otras disciplinas jurídicas cuyos principios y bases deberás conocer antes de pensar en abrir la boca siquiera para aconsejar profesionalmente a alguien. O para explicar cómo entiendes un determinado tema.
Me explico: ¿te interesa saber sobre vídeovigilancia en el entorno laboral, revisión de correos electrónicos, registro informático de las actividades laborales, posicionamiento espacial de los trabajadores vía GPS y temas relacionados?. El punto de partida es que conozcas al dedillo los principios y normas fundamentales del Derecho del Trabajo. ¿Te interesan las nuevas formas de criminalidad informática, el acoso digital, los ataques DoS, la penalización del phishing?. Pues sin una muy sólida formación en Derecho Penal no llegarás lejos. Si no sabes de Constitucional y Derechos Humanos, la comprensión del derecho a la protección de datos se te hará cuesta arriba y si no eres un profesional solvente en Derecho Mercantil, el comercio y la contratación informática sólo te deparará tropiezos.
Entonces, cada vez que quieras constituirte como especialista en una específica área en que confluyen la tecnología y el Derecho, como el teletrabajo, por ejemplo, vas a tener que retomar los principios y fundamentos clásicos del Derecho Laboral, revisar las últimas reformas legales y conocer las orientaciones jurisprudenciales y administrativas en la materia. Recién ahí estarás en condiciones de centrarte en el específico fragmento del conocimiento jurídico que te interesa.
Lo anterior me lleva a otra cosa: dada la amplitud de las áreas del conocimiento jurídico y el hecho de que nuestra vida y tiempos son finitos, los especialistas en Derecho de las Tecnologías no se dedican a todo, no son universales. Tienen nociones de casi todo, sobre todo si han tenido el apoyo de un postgrado que les dé esa visión panorámica, pero no tienen los conocimientos necesarios que le permitan solventar la totalidad de los conflictos y desafíos que aparezcan en el espectro de la interrelación entre las tecnologías y la sociedad.
Entonces, en los hechos, tienes que optar al menos entre los dos ámbitos más clásicos: si te vas a dedicar más a temas de Derecho Público o más bien a los de Derecho Privado. No tienes el tiempo necesario para ser experto en ambos pues, para mayor desgracia o gozo, el Derecho Informático es distinto todos los días, por la velocidad de su avance. Es imposible que alcances a reflexionar o a enterarte de todo: un acierto jurisprudencial de la Francia de hoy puede cambiar lo que aprendiste (¡o lo que enseñaste!) en el día de ayer.
Pero sí puedes utilizar en tu favor lo que podríamos llamar “rendimientos a escala”: si dedicas esfuerzos a los estudios de una determinada institución jurídica, probablemente tengas ventajas comparativas para hacerte cargo de otras instituciones similares, particularmente si están sujetas a los mismos principios.
Lo que me lleva a un último punto: ningún especialista relevante en Derecho de las Tecnologías lo es sólo en esa disciplina. Es más, lo normal es que haya partido en un área clásica o tradicional del Derecho y luego derivó en sus aspectos tecnológicos hasta constituirse en una autoridad en esa área también.
Para que se me entienda, pondré un par de ejemplo con personas reales de mi propio país, Chile. El profesor Gustavo Balmaceda es nuestro mayor experto en criminalidad informática, es decir, es un especialista en esa área del Derecho Informático que se dedica a los delitos. Pero ese no es su punto de partida, sino que más bien una derivación: él es, antes que todo, un notable penalista. A su vez el profesor Ruperto Pinochet es un destacado experto en contratación electrónica, pero no llegó a esa posición de la nada: es un reconocido civilista, con muchos años de trabajo profesional y académico.
Es decir, y esta es una de las recomendaciones más importantes que tengo para dejarles, dedíquense a una disciplina tradicional del Derecho y asegúrense de alcanzar una posición sólida en ella; sólo después de eso (o en paralelo) abóquense al área del Derecho Informático que les interesa y se relaciona con esta. Y serán imbatibles.
Esta estrategia tiene también otras ventajas más prácticas: no siempre te formularán encargos relacionados con Derecho Tecnológico, pero siempre habrá quienes recurran a ti pues requieren el apoyo de tus conocimientos en temas tradicionales de Derecho Civil, Procesal, Administrativo o el que sea al que te dediques. Mantente siempre vigente en ambas áreas (la de Derecho clásico y la de tecnologías) y no tendrás problemas: podrás combinar lo que te gusta con lo que conoces bien, y no es una mala combinación.
Sé que el camino que les propongo no es el más sencillo y requiere de mayores esfuerzos que otros pero, si estás empezando en el mundo del Derecho de las Tecnologías y es lo que te gusta, es el que te dará mayores seguridades y satisfacciones.